5 pueblos que visitar en Querétaro

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Querétaro, tierra de vinos e historias de conquistas propiciadas por el explorador español Hernán Pérez Boca Negra, hace ya cientos y cientos de años, es una ciudad poderosa, que cada mexicano se enorgullece de presentar a través de su diversidad en cultura, edificaciones, naturaleza y ocio. Aun siendo un estado sin playas, Querétaro se ha convertido en un símbolo de aquello que un estado puede ofrecer en el sector del turismo, sin llegar a perder la esencia mexicana.

Dentro de sus fronteras se encuentran algunos de los más cautivadores pueblos del país, lugares que saben cómo atrapar a propios y extraños. Bernal, Cadereyta de Montes, Tequisquiapan, y así podríamos seguir mencionando más y más pueblos. En primera instancia, podría parecer que crear un recorrido por los pueblos que visitar en Querétaro es una odisea, pero lo cierto es que no es tan complicado, especialmente si tienes un guía. En este artículo, vamos a ofrecer un itinerario detallado con los mejores pueblos que visitar en Querétaro en México.

Tequisquiapan, globos, vino y tradición

Vamos primero con la joyita de la corona queretana, Tequisquiapan, uno de los pueblos que visitar en Querétaro, y que ha tomado fama en los últimos años debido a su cercanía con la capital del estado. Fundado en 1551, su nombre significa “lugar de aguas y tequesquites”, una sal mineral alcalina que se utilizaba en tiempos aztecas para preservar los alimentos. Para los turistas, Tequisquiapan está dividida en dos ejes principales: los paseos en globo y la tradición vinícola.

Debido a los vientos favorables que corren por Tequisquiapan y a las extensiones de terreno verde que hay por los alrededores, los viajes en globo en Tequisquiapan se han convertido en una muy buena opción. De hecho, hay numerosas empresas que pueden ofrecer paquetes compuestos, que integran paseos en globo, caminatas por las minas e incluso recorridos guiados por los museos del pueblo.

Por otro lado, la tradición vinícola también ha tomado mucha fuerza en dichas tierras. La Redonda o Los Rosales son solo algunas de las productoras de vino que puedes encontrar en el pueblo. No está de más decir que ambas se enorgullecen de preparar las mejores catas y festivales en determinadas épocas del año.

Pero digamos que tu paso es un poco más lento y quieres tomarte tu tiempo para relajarte y comer algo; en ese caso, podrías visitar el museo del Queso y el Vino. Ubicado detrás del templo de Santa María de la Asunción, el nombre del lugar es bastante literal. Ofrecen platillos de queso y vino en distintas presentaciones, resultando en un lugar más social que de aprendizaje. ¿Más relajación? Entonces un chapuzón con la familia en el parque acuático Termas del Rey, que incluye toboganes, albercas extensas, minisúper e incluso una zona de campamento. ¡Hay de todo!

Huimilpan, donde el campo y el arte se abrazan

A tan solo 35 kilómetros de la capital queretana se encuentra Huimilpan, un pueblo que sorprende al conservar su vida rural intacta, a la par que empieza a abrirse al turismo cultural. Su nombre, que viene del náhuatl y significa “lugar del maíz molido”, está ligado a la fuerte tradición agrícola que tenían sus habitantes. En consonancia, pasear por lugares como la Parroquia de San Miguel Arcángel, un templo del siglo XVII, es darle la relevancia que merece esta parte de su historia.

El punto fuerte de Humilpan es su naturaleza, destacando lugares como la Presa Constitución de 1917 y la Presa de San Pedro. Estos dos puntos turísticos permiten multitud de actividades al aire libre, como pescar, pasear en lancha o incluso realizar senderismo. Además, las localidades cercanas, como Vegil y Lagunillas, dan a probar (o venden, dependiendo del humor) productos locales: queso, pan de horno y platillos sencillos, como el caldo en borrego o el chicharrón de res.

En los últimos años, Huimilpan ha sorprendido al convertirse en sede de eventos de talla internacional como el “Hay Festival Querétaro”. Este encuentro cultural ha traído literatura, cine y música a un entorno campestre, demostrando que tradición y modernidad pueden convivir en armonía.

Bernal, la magia de la Peña mexicana

Bernal es uno de esos pueblos que impresionan apenas se llega, gracias principalmente a la Peña de Bernal que domina todo su horizonte. Este monolito, considerado uno de los tres más grandes del mundo, tiene un gran atractivo geológico y mitológico. Para los otomíes era un lugar sagrado, mientras que en tiempos coloniales se le atribuían energías protectoras. En la actualidad, subir hasta su mirador intermedio es casi un ritual para los turistas que van llegando al pueblo, regalándonos vistas espectaculares del semidesierto queretano.

Este pueblo, que nació en el siglo XVII, todavía conserva ese aire antiguo en sus casitas de adobe y fachadas de colores cálidos. No obstante, lo primero que se debe mencionar de Bernal es la parroquia de San Sebastián, levantada en 1725, donde cada enero se realizan las fiestas patronales que incluyen procesiones, música y danzas tradicionales. De igual manera, si quieres comprar un recuerdo para la familia en casa, basta con caminar un par de cuadras para toparse con los puestos ambulantes de artesanías en lana, obsidiana y dulces típicos.

La gastronomía es otra área que tienen muy bien cubierta, con las gorditas de maíz quebrado con guisos caseros como las reinas del lugar… Aunque en Wumundo creemos que los nopales asados, el pulque y los ates de membrillo tampoco se quedan atrás. También recuerda que si haces tu visita durante Semana Santa o en octubre, encontrarás un ambiente más suelto, ya que por esas fechas se celebra la Fiesta de la Santa Cruz.

San Joaquín, tradición y naturaleza en la sierra

A menos que ya sepas para dónde vas, es más que probable que te hayas pasado el pueblo de San Joaquín sin siquiera darte cuenta. Este pueblo, escondido entre montañas de la Sierra Gorda, comienza su historia con la fiebre minera del siglo XVIII, cuando el oro y la plata atrajeron a familias enteras. Clausurada en 1967, hoy la Mina San Francisco es el centro histórico del pueblo, sinónimo del núcleo comercial de la ciudad, que actualmente se centra en la extracción del mercurio y el oro.

En este pueblo destaca el llamado huapango, que no es una salsa, ni tampoco el nombre de un animal exótico, tratándose de un estilo musical propio de la región Huasteca. Cada abril, el Concurso Nacional de Baile de Huapango convierte el pueblo en un gran escenario en el que parejas de todo México llegan con trajes coloridos, zapateados frenéticos y música de tríos huastecos que hacen temblar la plaza. Una muestra de identidad que emociona tanto a locales como a visitantes.

También se debe dar mención al Parque Nacional Campo Alegre, que ofrece espacios para acampar, pasear a caballo o simplemente recorridos para respirar aire puro. Y se debe cerrar con las Grutas de los Herrera, a pocos minutos del parque. Un mundo subterráneo de más de 500 metros de profundidad en el que descubrir figuras de animales formadas por las estalactitas y estalagmitas.

Amealco, tradición otomí y magia en cada rincón

Amealco de Bonfil es el último pueblo de la lista, pero es probablemente uno de los más famosos por ser el más ligado a la cultura indígena. Fundado en 1538, es cuna de comunidades otomíes que han mantenido vivas sus lenguas, tradiciones y oficios. En este lugar nació la famosa muñeca otomí, reconocida como patrimonio cultural del estado. Estas coloridas figuras de tela y listones han llegado a ferias internacionales, y, en el pueblo se puede conocer su historia en el museo de la Muñeca, donde también se puede ver cómo se elaboran.

El pueblo está rodeado de montañas y barrancas, como la Barranca de Amealco y la Laguna de Servín, que tienen un sinfín de rutas para los amantes del senderismo. Una vez dentro de Amealco, se podrá ver que las comunidades que componen el lugar, como San Ildefonso Tultepec, mantienen tradiciones artesanales, que incluyen alfarería, textiles y bordados.

Ahora bien, si se viaja más para el centro, el casco histórico, se puede observar el impresionante Templo de Santa María Amealco, que destaca con su arquitectura neoclásica. Una curiosidad es que la gran campana “Consagrada” solo se toca bajo dos reglas estrictas. La primera son eventos especiales o multitudinarios, como fiestas religiosas mayores; y la segunda es el aviso para llegar a la misa de las 10:00 de la mañana.

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